Resultado lógico de una insuficiente política de prevención cardiovascular

¿Tenemos que cambiar la política de prevención cardiovascular?

Explicarle a un paciente enfermo del corazón, cuales son  los recursos con  que cuenta  en la actualidad para  ser tratado de  manera adecuada, oportuna y eficaz es relativamente sencillo.

En los últimos 20 años  los adelantos de la industria farmacéutica aunada a múltiples innovaciones en el campo del cateterismo cardiaco para destapar las arterias tapadas y la cirugía de by pass entre otros, han permitido que se alargue  el tiempo de vida un promedio de 6 años en los pacientes que han sufrido un accidente cardiaco.

Lo que es difícil explicar a los enfermos es que: a pesar de todos  estos adelantos en la  cardiología   el número de personas  enfermas del corazón  sigue en aumento.

Cabe citar la frase de  Albert Einstein: “no podemos esperar resultados diferentes si seguimos haciendo lo mismo y de la misma manera”.

Hace unas semanas salto una frase en una discusión de médicos:”  cambia tu manera  cuadrada de pensar, hace algo diferente, no importa  que te equivoques, los dones son para utilizarlos no para guardarlos”.

Tenemos que volcar nuestros esfuerzos para entender  lo que desencadena esta epidemia mundial de enfermedades del corazón y   poder  combatirla, o como dice una amiga administradora de empresas que se dedica al comercio “al dragón hay que matarlo cuando esta chiquito”.

El candidato a sufrir un accidente cardiovascular  debe ser tratado antes que desarrolle la enfermedad. Es decir hay que prevenir el Infarto al corazón para que no ocurra; los tapones de grasa en las arterias empiezan a producirse entre los 15 y los 20 años de edad.

Hay una entidad llamada Síndrome Metabólico (Reaven 1988) que incluye trastorno en el metabolismo del azúcar, niveles elevados de las grasas e hipertensión arterial,  asociados a una abultada barriga.

Esta simpática barriga juega un papel determinante  en el aumento del infarto al corazón, las grasas se acumulan en unas células llamadas adipocitos, estos adipocitos producen unas sustancias  (citoquinas) que pueden producir diabetes, hipertensión arterial, disminución de colesterol bueno y aumento en los triglicéridos, es decir esta simple célula es capaz de promover los factores de riesgo que producen  accidentes cardiovasculares.

Estas sustancias producidas por el adipocito  bloquen una estructura localizada en el cerebro que regula el apetito,  que normalmente está bajo el  comando de una hormona llamada Leptina, haciendo difícil para el organismo saber cuándo debe de comer y cuando no. Es por esta razón que los gorditos siempre comen más.

Es decir, esta simple célula denominada Adipocito no solo aumenta la enfermedad coronaria  sino que además produce  obesidad.

Volviendo al mundo real, al paciente que se encuentra delante de mí: que es diabético, gordito e hipertenso.

Este paciente se encuentra en una grave  situación, generalmente ha sido víctima  de una  transculturización de  gustos culinarios, ya que en nuestro país  estamos comiendo igual o peor que los países desarrollados, comemos mucha grasa, “entre más frito más rico” y una gran cantidad de calorías vacías  que van dentro de la moda actual de la comida chatarra.

¿Qué podemos hacer? Ya que  por más que se le diga a la gente  que deje de fumar o comer bajo amenaza de una probable muerte, la mayoría de nosotros no haremos  caso, pues somos adultos y es difícil que los adultos cambien.

Pienso que si retomamos la dieta que teníamos hace 40 años, probablemente alcanzaríamos los niveles bajos de accidentes cardiovasculares que teníamos en esa época.

Seamos prácticos, midámonos  la panza y preguntémonos: fumamos o no, hacemos ejercicio o no, cual es el nivel de azúcar que tenemos, cual es el nivel de grasas  que manejamos.

Estoy seguro que con un tipo de campana educativa como esta, podremos educarnos y educar a la población para disminuir la  enfermedad cardiaca.