Sufrir un infarto cardiaco u otra dolencia cardiaca marca un antes y un después en la vida de muchas personas. Una buena parte de los afectados se sobreponen a la enfermedad, se rehabilitan y reinician su vida de manera satisfactoria; pero otro porcentaje de los enfermos tienen miedo a hacerlo, sobre todo, en determinadas áreas de su vida como son las relaciones íntimas.
Existen casos en los cuales a pesar del amor que una esposa siente por su marido, este puede ser rechazado cuando busca acercamiento sexual con su pareja, a causa del temor que siente la mujer de que este muera durante la relación sexual, a muchas mujeres les da pánico y se bloquean a causa de este temor.
Incluso una esposa manifestó que cuando mantenía relaciones íntimas con su cónyuge usualmente le escuchaba el corazón; después de que este sufrió un infarto siente miedo cuando escucha el rápido palpitar desencadenado por la relación sexual.
Como podemos notar, el temor a reiniciar la vida sexual no solo es del enfermo cardiópata, sino también de su pareja.
Las enfermedades del corazón influyen en la aparición de trastornos sexuales; por ejemplo: hasta el 70 % de los pacientes que sufren de insuficiencia cardiaca sufren de impotencia, así como el 40 % de los pacientes que utilizan desfibriladores implantarles y el 30 % de los que utilizan marcapasos.
La percepción del enfermo sobre su estado cardiovascular influye hasta en el 20 % de los casos en una sensación subjetiva de disfunción sexual.
En los hombres el trastorno más frecuente que aparece posterior a un infarto cardiaco es la impotencia, pero también son susceptibles a padecer de disminución del deseo sexual y de eyaculación precoz.
Las principales quejas en la población femenina son: falta de deseo sexual, la ausencia de orgasmo y relaciones sexuales dolorosas, aunque un buen porcentaje de estos problemas pueden ser relacionados con la baja capacidad sexual de su pareja, o a que la relación sexual ya tenía problemas antes del infarto.
El problema real es que las parejas que han sufrido de un infarto cardiaco no son informadas claramente sobre la modificación temporal que tendrán en los días o semanas posteriores al infarto. El médico debe hablar del tema incluso si el interesado no se atreve a hacer este tipo de cuestionamiento, ya que la falta de información sobre el tema influirá de manera negativa en la conducta del enfermo y su pareja.
El infarto agudo de miocardio no tiene por qué marcar el final de la vida sexual satisfactoria; en un alto porcentaje de los casos los pacientes que lo sufren puede reanudar su vida sexual entre 2 y 4 semanas después del accidente. A la mayoría de estos el único factor que les impide retomar la vida sexual es el miedo, incluso muchos de ellos pueden tratar su disfunción sexual (impotencia, a menudo previa al infarto) con píldoras.
La persona que ha sufrido un infarto y ha sido tratado o está siendo tratado debe de tener controles adecuados, si después de estos se determina que está bien controlado, el paciente puede reanudar una vida sexual activa; el esfuerzo necesario para ejecutar una relación sexual normal es el equivalente a subir dos pisos sin parar, si el paciente es capaz de hacer este cantidad de esfuerzo no se va a morir por tener una relación sexual.
Autor:
Dr. Manuel Rivera Castaneda
Cardiólogo Intervencionista